11/12/09

Huye de mi, dulce templanza...


A pesar de haber visto amanecer al tiempo que cerraba los ojos un día más, desperté temprano. Creo que mi consciencia había decidido que no merecía descansar porque el día anterior lo había dedicado a interpretar que era yo, es decir, a no hacer nada.
Di un salto de vuelta a la cama cuando mis pies descalzos rozaron el suelo bañado de invierno y por un momento rondó por mi cabeza la idea de pasar otro día más en la cama, pero eso supondría mil preguntas por parte de mi familia; preguntas del tipo: "¿estás bien?¿por qué estás triste?" y un sinfín de cuestiones por las que no tenía intención de pasar esta vez.
Aún con la manta a cuestas bajé la escalera y descubrí la casa en silencio. Me deslicé hasta la cocina y abrí la nevera en busca de algo que tapara el hueco que se dibujaba en mi estómago, pues el hueco en mi pecho lo conozco mucho mejor y sé que no se cierra con un simple desayuno, pero pensaba encargarme de eso después.
La pena me embargó al descubrir que no quedaba leche. Avancé hasta el salón y corrí las cortinas lentamente por miedo a que la claridad del día me cegara, pero no fue así. Una espesa niebla cubría mi jardín y no permitía adivinar que había más allá de mi calle.
Hice el camino de vuelta a mi habitación y saqué del armario las prendas que parecían más abrigadas. Luego me eché a la calle.
Jugué a ser la desconocida en un sitio donde todos me conocen. Me senté en la primera mesa libre del primer bar que encontré y al rebuscar en mis bolsillos me encontré unas monedas con las que pagar el café. Entonces descubrí la razón por la que se quejan tanto los hombres acerca del bolso de una mujer: ¿de dónde había salido tanta basura? Al fin encontré algo con lo que mantener mi mente ocupada y alejada de ese pensamiento que me recordaba lo mucho que odio desayunar sola. Encontré mi viejo "cuaderno de bitácora", mi agenda de recuerdos, como yo solía llamarla.
Hace tiempo, cuando el dolor azotaba mi mente sin control, mi alma, cansada de los golpes, forjó un escudo que me impedía echar la vista atrás. A medida que pasaba el tiempo y el dolor, mi memoria de pez se volvía cada vez más incómoda así que comencé a escribir todo aquello que sentía, decía o vivía con el fin de retenerlo de algún modo dentro de mi.
Me senté de espaldas al resto. Mirando hacia la puerta que servía como puente entre el calor del recinto y la lluvia que había comenzado a bañar la ciudad.
Llegó el café y mi curiosidad por el pasado. Dudé por un segundo mientras deslizaba mis dedos sobre las tapas duras de aquel cuaderno hasta que finalmente mi fuerza de voluntad se desplomó: comencé a leer mis últimos años de vida.
Cuando llegó el segundo café ya había leído unos cuantos meses de mi pasado. Mientras mis ojos recorrían palabra tras palabra las hojas de mi diario, mi mente dibujaba las escenas leídas concediéndome el poder de interpretarlas en el presente.
Casi inconscientemente pedí una tercera taza de café que no tardó en llegar. Agilicé la lectura porque sabía que no iba a marcharme hasta haber terminado, lo cual podía significar otra cafetera más.
Pronto llegué a la última página escrita y de inmediato entendí porque era esa y no otra. Fue hace más de medio año ya. Eché la vista atrás y comprendí que por aquel entonces aún tenía sentido ponerse la mano en el pecho y deleitarse sintiendo los latidos del corazón.
Como no podía ser de otro modo, viniendo de una enamorada del amor, las últimas líneas eran un fragmento de Romeo y Julieta que, por aquel entonces, parecían estar escritas para mi:

"Ven, noche gentil, noche tierna y sombría. Dame a mi Romeo y, cuando yo muera, córtalo en mil estrellas menudas. Lucirá tan hermoso el firmamento que el mundo, enamorado de la noche, dejará de adorar al sol hiriente".

No quería estropear el guión de una vida feliz, pero la cordura no forma parte de mis virtudes, así que saqué un bolígrafo del bolso y en la siguiente página puse el día de hoy y continué con el ensayo:

"¡Oh noche, deliciosa noche! Sólo temo que, por ser de noche, no pase todo esto de un delicioso sueño"

La paz de los idiotas



Y terminaré creyendo que soy un bicho raro; alguien que viene cuando todos van y que va cuando todos vuelven.
Mi mundo siempre está del revés, y puede que sea culpa mía, y puede que me hayan enseñado mal, pero la tristeza debería hacerme desdichada y la alegría hacerme feliz. Razones hay muchas y preguntas aún más.
Tengo la cabeza llena de interrogantes y algo que me quita las ganas de recordarme que es obligatorio respirar:

¿A qué viene esta absurda paz?

Me angustia, me descontrola, me irrita no poder controlarme. Me apena no deprimirme cuando tengo razones para darme de cabeza contra el fondo de mi abismo; y me apena no saber aprovechar los momentos alegres como para poder decir al menos que no soy infeliz.
Soy plana, soy nula, soy todo, soy nada. Soy una isla en medio del océano. Soy neutral conmigo misma.

Soy cada una de las gotitas que colman mi propio vaso.

4/12/09

Prisma de inocencia


Esta mañana desperté con la sensación que dejan esas noches en las que llegamos tan cansados a casa que apenas nos quedan fuerzas más que para descalzarnos y entrar en coma profundo. Con la sensación de haber recibido una cura de sueño.
Aún bostezaba cuando llegué a la parada del tranvía. Sólo me faltó hacer una pataleta mental, como una niña chica, cuando ya dentro, me conciencié de que me quedaban siete horas de trabajo por delante.
Me vi obligada a esconder la cabeza entre los hombros para que nadie pudiera ver el rubor que ascendía por mi rostro tras comprobar que no quedaba ni un sólo pasajero que no me estuviera mirando y no era de extrañar, pues me estaba riendo a carcajadas yo sola al recordar una idea que vagaba por mi mente y que solía repetir mi abuelo: "Los domingos sólo trabajamos los pobres".
Me recosté en el asiento como pude y conecté el Ipod. Iba sonando Habana Blues y por un momento me dejé llevar lejos, muy lejos...quizá hasta el corazón de la propia Cuba.
Cuando conseguí alejarme de ese estado de somnolencia y abrir los ojos, me sentí observada por un enorme par de ojos negros como el azabache. No debía tener más de cinco años. Era pequeña y menuda. El pelo le caía a ambos lados y se sujetaba tras las orejas con unas horquillas verdes que contrastaban con el ópalo de su pelo.
Continuó mirándome durante un par de minutos más hasta que se sintió igual de observada por mis ojos como yo por los suyos.
Entonces apartó la mirada y fijó un nuevo objetivo: un señor que estaba sentado unos cuantos asientos por detrás del mío. Parecía ausente y dudo mucho que realmente estuviera leyendo el periódico. Como cualquier otro, cada pasajero estaba sumido en esa especie de espiral que lleva a comportarnos como autistas cuando nos encontramos con más personas en un espacio cerrado, como lo es un medio de transporte público.
Sin embargo, pasó poco tiempo hasta que el hombre se percató de la existencia de nuestra peculiar espía y le sacó la lengua a modo de gesto divertido. Por un momento creí que ella respondería del mismo modo, pero en lugar de eso, posó sus ojos en el paisaje variante que se dibujaba tras el cristal y que apenas podía entenderse debido a la velocidad.
Entonces me descubrí repleta de una envidia sana a la par que dolorosa, pues esos ojos estaban descubriendo un mundo completamente nuevo. Me pregunté cómo se vería el mismo mundo desde otros ojos y tratando de lograr algo absurdo posé mi vista en lo mismo que miraban aquellos otros:
Árbol, árbol, persona, árbol, persona, tienda, carretera, persona, árbol, mi parada... No podía ser tan simple. Quizás me esté haciendo vieja.

26/11/09

La ninfa


Y estaba dándole vueltas a mi taza de café y absorta entrelazando los dedos en mi pelo cuando retornó alguien especial a mi memoria. El día en el que la conocí estaba exactamente igual: sentada frente al ordenador simulando que trabajaba, y contando los minutos que restaban para huir de allí.
No era mi mejor día, ni mi mejor semana, ni mi mejor mes, ni mucho menos el mejor de mis años. Lo había perdido todo y la muerte de mi padre estaba aún tan reciente que a cada rato el dolor golpeaba en mi mente hasta el punto de no retorno en el que lo único que se puede hacer es esforzarse al máximo por contener el llanto.
Aquella oficina era como un nubarrón negro que amenazaba con descargar sobre mi cabeza hasta que llegó ella. Era como una ninfa, brillante entre tantos males. No la conocía, pero su rostro reflejaba esa sensación que provoca el reencontrarte con alguien a quien quieres y hace tiempo no ves.
Al resto le resultaba graciosa, como un juguete nuevo con el que pasar el rato. A mi, en cambio, me resultaba dulce. Alguien a quien deseaba proteger. Me fascinaba a la vez que me aterraba la rapidez con la que entramos en confianza a pesar de mi estado de ánimo.
Me apena no poder abrirme a ella como quisiera. Demostrarle que hoy es un punto sobre el que apoyarme. Dejarle ver que yo también quiero ser un pilar sobre el que asentar su ser.
Me alegra saber que en algún rinconcito de mi ser sigue existiendo esa persona a la que otros también ven como alguien pasado con quien se quieren reencontrar.
Me hace feliz el simple hecho de haberla conocido. Me hace feliz volver a valorar la amistad de alguien.
Quizá te estaba esperando. Quizá te necesitaba para volver a ser yo.

25/11/09

Bienvenido a casa


El latido acelerado de mi corazón, mi entrecortada respiración, el nudo en la garganta, el picor en los ojos. Todo parece indicar que lloro y ojalá pudiera hacerlo, pero ya no puedo.
Quiero llorar de pena y llorar de felicidad. Tengo motivos para ambas cosas y lágrimas para ninguna.
¿Acaso no soy yo también humana?¿Acaso no hay nada que me revuelva el alma, que me haga estallar? Y como quien lo anda buscando llegó el recuerdo a mi memoria. Me recordé tocando mi olvidado violín de madrugada, agitándome del frío y sin poder detenerme. ¿Por qué no? Movida, quizás por la necesidad de encontrarte, repetí la escena y no ocurrió nada. Seguía estando en el mismo lugar y esa melodía sólo recordaba un mal pasado.
Y llegó tu imagen a mi cabeza. Se cortó mi respiración de la sorpresa al descubrir que esta vez no estaba soñando. Has vuelto.
Buscaba el camino de vuelta a esa pesadilla que me visita cada noche en la que tu imagen ya no es dulce, no es fresca, no es cálida como solía ser. Ahora es fría, es distante, es acusadora y dolorosa. Debía volver como fuera necesario a esa oscuridad porque tu luz me hace daño. Duele ver lo que fue y ya no es.
Pasaban los segundos, los minutos, tal vez las horas y tu imagen perfecta seguía intacta. Comencé a acostumbrarme a tu claridad y tal y como temía me dejé llevar por la fantasía de nuestros recuerdos.
Recordé cuando aún me querías. Recordé cómo me tratabas siempre con cariño; cómo tu voz perfecta sonaba a amor en estado puro. Recordé cuando aún me decías "bebé" y como si de verdad lo fuera recordé como tratabas de protegerme siempre; cómo evitabas que mi impulsividad me trajera males futuros; y cómo ahuyentabas viejos temores. Recordé tus miedos y te recordé, a pesar de todo, a mi lado en mi enfermedad.
Se dibujó en mi cara una sonrisa al recordar cómo nos enfadábamos por tonterías como ganar en algún juego o responder antes o después que el otro. Te recordé fuerte, competitivo. Enumerando tus triunfos frente a mi y escondiendo derrotas que más tarde te echaría yo en cara.
Se difuminó la sonrisa y apareció el dolor al pensar en promesas: "No la he roto. No la he roto", repetí en voz alta.
Solté una carcajada que luego me hizo sentir ridícula al verme allí sola, tirada, loca al recordar cómo me gustaban esos momentos en los que me contabas que tu día había sido horrible por razones que sólo a ti te podrían ocurrir.
Y mientras releía todo lo que alguna vez me escribiste, tratando de recuperarlo del pasado hasta hoy, noté que algo resbalaba por mis mejillas.
Porque prefiero romperme y armarme mil veces a sentir una sola vez más el dolor de tu ausencia. Porque cuando tú te vas, yo me voy contigo.

8/11/09

Latido...latido...latido...


Y tenía una duda que me corroía y es que no entendía porqué no extrañaba a quien debía extrañar aún cuando me forzaba a sentir pena por no sentir nada. Y es que me asustaba ver que en cada recuerdo que podía provocarme esa deseada pena la persona no era quien debía ser, era él, el de siempre.
Y me pregunto ahora si alguna vez he llegado a sentir cualquier tipo de sentimiento, bueno o malo, alegría o pena, sin ser por él.
Y no estoy preparada para enfrentarme a él. Más bien no tenía idea de cómo hacerlo. Y me aterraba la simple idea de hablarle de nuevo, pero el deseo fue más fuerte que mi timidez.
Y cuando creí que se negaría, apareció.

Latido... latido...latido...

Hacía tanto que no sentía esto que duele... Soy capaz de escuchar los latidos de mi corazón... me duele el pecho...me tiembla todo...
¿Para qué avanzar? ¿Por qué dejarlo pasar?
Siento...

Latido...latido...latido...

31/10/09

El violeta de mi azotea


Y estaba tumbada con los pies colgando entre los barrotes de la balaustrada de mi azotea, tratando de escapar de entre lo absurdo del día, evadirme de lo vivido y augurando el porvenir, cuando, como en trance, me descubrí descifrando formas en las nubes, tal como hacía veinte años atrás.

Y lo hipnótico de la situación trajo de vuelta recuerdos que hacía mucho no estaban aquí. Y no estoy segura del tiempo que pasé así, pero para cuando quise darme cuenta el cielo estaba teñido de un morado claro en el horizonte que se iba mezclando con el azul habitual hasta convertirse en un cielo ópalo sobre mi cabeza.

Y las nubes dieron paso a las estrellas. Y con ellas llegó el sueño. Mañana será otro día

11/10/09

De vuelta


Y cómo somos. Después de cinco meses sin tener un solo día de descanso, del trabajo a casa y de casa al trabajo, decidí tomarme una semana de descanso creyendo que el estrés estaba ya saliendo por cada poro de mi piel, creyendo un día tras otro que necesitaba parar mi rutina y desaparecer.

Por una vez me hice caso a mi misma y me marché al norte de la isla. Llevo una semana desconectada del mundo al que me he ido acostumbrando. Sin tocar el móvil, sin internet, sin trabajo que hacer, sin tener que atender a nadie y sin tener que poner buena cara a todo.

Y aunque todo pintaba de maravilla, después de cinco días el demonio de la rutina está presente nuevamente. Me descubro esperando a que suene el despertador o pensando en cómo irán las cosas desde que me marché.

Igual me gusta más mi rutina de lo que estoy dispuesta a reconocer.

Fortaleza


Y me encantan esos días en los que aburrida de lo absurdo de mi mundo, me cargo de ideales, de propósitos de esos con los que siempre soñamos aún cuando sabemos que son prácticamente imposibles de llevar a cabo.
Y hoy es uno de esos días en los que creo que todo puede ser diferente para mí si me lo propongo.
Con el tiempo se ha hecho más complicado toparme con uno de estos esperados días. Hago listas interminables de cosas que quiero hacer y de cosas que quiero dejar de hacer y cuando llega el momento del cambio, de empezar a hacer, abro los cajones y me encuentro con mil solicitudes de carreras universitarias diferentes esperando a que me decida, a saber qué quiero ser; otras mil solicitudes de cursos de todo tipo que van desde los idiomas hasta la informática pasando por la administración, sin olvidar la cocina; y mil nóminas que reflejan mil meses perdidos en un trabajo que no me procura más satisfacción que el coleccionar un poco más de dinero a final de mes.
Cierro los cajones asustada por el paso de mil días como este en los que deseé y nunca hice nada. Pienso que esta vez será diferente y para dentro sé que las otras mil también fueron diferentes.
Y aunque supongo que de este día sólo sacaré en claro otros mil folios que reflejan un futuro que no es para mí, no cambio por nada la sensación de satisfacción que provoca saber que aún espero más de mí.

19/9/09

Mi paz


Y estaban cayendo los últimos rayos de luz de este día cuando me senté frente a este mar que hacía tiempo no veía.
Vivo en una isla y aún así hay días en los que me privo de ver esto. Qué necesario es frenar el día a día, la rutina; el dedicarle tan sólo un segundo sin estrés a la simple visión de las olas rompiendo en la orilla.
Me senté frente a la inmensidad del océano y bauticé mi alma en silencio. Sentí la arena deslizándose bajo mi cuerpo y el agua colándose en cada poro de mi piel.
Y este mar lo cura todo. Me adentré en él y lamí mis heridas. En el agua quedaron viejos lamentos. En el espejo de este azul no se reflejan cicatrices. Estoy limpia. No siento nada. La paz se apoderó de mi ser; me siento pluma; un cuerpo mecido por las olas.
De nuevo en la arena. Me siento pluma; un alma vacía, sin penas que arrastrar ni más dolor que el de saber que mañana comienza de nuevo la rutina.

5/9/09

Al sereno


Sentada al borde de la ventana con las piernas colgando, dejando que el sereno de esta noche refresque mis pies, me encontré desvariando, pensando en vidas, amores y situaciones que ni han sido ni llegarán a ser.
Pensaba en lo genial de las personas. Tenemos no sólo la capacidad, sino también la osadía de fantasear. Pensamos en lo bueno y en lo malo de nuestra vida y nos cargamos de propósitos de cambio, de lo que queremos ser mañana, sentir hoy, olvidar pronto.
Ya no me da miedo descubrirme fantaseando. No estoy loca, tampoco cuerda. No estoy deprimida, aunque tampoco soy feliz. Pienso en el cambio, como todos, pero creo que sólo trato de facilitarme el camino.
Ya no cierro puertas, ahora las abro. Estoy dispuesta a mucho, la diferencia es que hoy la llave de mi puerta la guardo yo y no otros.
Entre tanto desvarío descubrí que desde siempre he sido lo que el resto necesitaba que fuera: unas veces amiga, otras tantas enemiga; a ratos la diversión y en otros tiempos un hombro sobre el que llorar. Me limitaba a creer que el resto necesitaba más de mi que yo de ellos y estaba equivocada. Yo también necesito del resto.
Ahora la encrucijada, ¿qué hacer? No sirvo para exigir. A duras penas sale de mi boca muy de vez en cuando un "no". Me resulta egoísta la idea de pensar que yo voy primero, y estúpido creer que yo voy después.
Antes solía pensar que lo primordial era despertar a tu lado. Hoy misteriosamente siento que lo importante es que yo pueda ver un nuevo amanecer.

18/8/09

Mi tiempo, mi espacio, mi vida


Y puede que sea el insomnio; y puede que sean las pocas ganas que tengo hoy de trabajar; ó puede, quizás, tan sólo puede que esta noche esté aprendiendo a ver las cosas de otro color distinto al negro.
Llevo semanas buscando razones que resulten válidas a mi razón; cerrando interrogantes a mis preguntas; poniendo punto y final a mis actos.
He decidido seguir los consejos de alguien que, sin conocerme, siempre da en el clavo; siempre tiene la palabra exacta, lo que necesito escuchar. He decidido darme un tiempo; dedicarme a conocer mi persona, sin pensar en nada ni en nadie más. Al fin y al cabo vida no hay más que una y de momento no tengo intención de malgastar así la mía.
Esta mañana al despertar sentí que algo me faltaba y dándole vueltas al asunto caí en la cuenta de que lo que me faltaba era la carga, la culpa del abandono, el dolor de una separación. Al darme cuenta me incorporé rápidamente pues era yo la primera sorprendida. La pena había desaparecido.
Decidí entonces pensar en aquello que me hacía sentir bien, en las cosas que me gustaban, en los pequeños placeres de la vida, como yo los llamo, esos que dan color a los momentos grises. Me percaté de que no eran pocos y que eran tan simples, tan sencillos, tan naturales como respirar.
Me gusta quitarme la ropa, descalzarme y meterme en la cama sintiendo primero el frío de unas sábanas que no han sido alborotadas desde la noche anterior, para luego sentir el calor, el paso de la temperatura de mi propio cuerpo.
Me gusta guardar chocolate en los estantes de mi habitación para luego, por la noche, romper un pedacito y saborearlo antes de dejarme llevar por el sueño.
Me gusta la sensación que provoca una buena ducha en mi cuerpo. Lavarme el pelo y que las gotas de agua fría caigan sobre mi espalda.
Me gusta la sensación de "estar en casa". Llegar del trabajo, hacer girar la llave, abrir la puerta, descalzarme y respirar hondo un día más.
Me gusta encontrarme con alguien que, sin palabras, tan sólo con la expresión natural de su cara, demuestre que se alegra de volver a verme.
Me gusta tener ganas de escribir y no estar demasiado cansada como para pensar "luego...luego. Más tarde." porque ese luego nunca llega.
Me gustan los días en los que puedo despertarme por cuenta propia. Sin despertadores, sin presiones, ni prisas. Me gusta no tener que madrugar y aún así despertar lo suficientemente temprano como para disfrutar también de las mañanas.
Me he dado cuenta de que resulta imposible escribirlo todo de un golpe y en una noche. Mañana será otro día.


9/8/09

Soplo de aire fresco


Y aún cuando me juro y me perjuro que no volveré; aún cuando consigo convencerme de que esto es lo mejor para ambos, llegas y sólo soy capaz de escuchar el latido acelerado de mi corazón.
Y llegas y abres paso entre tanta oscuridad. Me pones de nuevo los pies sobre la tierra y descubro que allí donde yo comenzaba a ver luz en realidad no hay nada.
Y me haces tanto mal. Y duele tanto. Y cuánto te extraño y cuánto me haces falta.
Te odio porque te necesito, y me veo de repente preguntando a mi otro "yo" el motivo por el cual te necesito y siento miedo; miedo a tener que aceptar que te necesito porque te quiero.
Y me repito una y otra vez que este camino lo recorreré yo sola y aún cuando no quiero te encuentro a cada paso que doy.
Igual no sé, igual no quiero; igual lo detesto, igual lo anhelo; igual lo deseo, igual lo evito. Igual busco encontrarte de nuevo... igual me he obsesionado con seguir los principios del Kybalión.

2/8/09

Hasta mañana, hasta pronto, hasta siempre.


Y a pesar de que la decisión está tomada parece que la balanza no desaparecerá jamás.
De un lado, una fuerte determinación. Decisión en cada letra, en cada sonido, en cada palabra. No dar un paso atrás.
Del otro, la indecisión y la curiosidad que en estos tiempos van dadas de la mano. El ser así, pero ¿qué más podría ser?
La felicidad del tener, de no sentirse ignorante, de ser manipulada. La certeza de gobernar en aquello que requiere ser regido.
La felicidad del desear, de sentirse ignorante, de vendarse los ojos, del dejarse llevar.
El siempre presente inconformismo. Quiero más y más y más.
Un aferrado sentimiento de posesión: es mío, lo tengo, no lo puedo perder así.
Un sentimiento profundo: la libertad. Nací sola, sin ayuda; no necesito más.
La sensación de añoranza. El deseo de retomar lo que ha sido pausado.
La nostalgia no sólo del pasado, sino de lo que pudo haber sido.
El orgullo de saber que aún me esperas, aún cuando mis puertas parecen cerradas.
El placer del vacío. De no tener que rendir cuentas. De poder hacer en cada momento aquello que más me plazca.
Un lindo recuerdo. El sentir de algo que no guarda rencores.
Una soledad buscada, deseada, que no parece dolorosa. Es más bien necesaria.
El honor de poder gritar que en esta historia no hay culpables. No era el momento.
El saber, el aprender, que antes de abrir hay que cerrar viejas heridas.
La satisfacción de un perdón dado a tiempo.
La tranquilidad de saber que, pase lo que pase, tú ya formas parte de mi historia.

16/7/09

La noche dudosa



El reloj marcaba las cuatro de la mañana. Aún quedaban otras cuatro para marcharme. Los segundos eran minutos y los minutos eran horas. En lo único en lo que pienso ahora es en que mi reloj marque las siete de la tarde...te extraño.
Ahora vivo en un espacio de confusión. El saber que no debo ceder; el saber que va a ocurrir y que luego será peor o el dejarme llevar por el deseo de estar contigo.
Extraño verte, sentirte; extraño la sensación de saber que puedo llamarte a cualquier hora porque tú siempre estás ahí para mi; extraño mis caprichosas madrugadas; extraño amanecer contigo tirada en la calle; extraño pasar frío y aguantar una insensata Laguna que poco o nada le importa el continuo chasquido de mis dientes.

13/7/09

El patio del vacío


Y es que estás en todas partes y es que aún cuando no estás puedo sentirte. Duele no verte, duele no hablarte, duele no olerte, duele no sentirte.
Y esta tarde me senté en aquellos bancos donde hablamos durante horas. El trabajo era lo de menos. Quería hablarte y que me hablaras. Quería conocerte en siete horas.
Anoche a pesar del cansancio no pude dormir. Cerraba los ojos y podía verte. Traté de acercarme, de conservar tu imagen en mi cabeza, pero desaparecías siempre. Me puse por encima del pijama lo primero que encontré en el armario, cogí mis llaves y movida por la estupidez fui hasta las escaleras de siempre. Pensé que estarías allí, pero el vacío se había apoderado de nuestro patio. Aquel era para aquel entonces el patio de la noche, de la soledad, del silencio.
Después de dos horas volví a casa. Tampoco estabas en la estación. Abrí la puerta y el portón estaba igual de vacío que mi interior. Me tapé bajo las sábanas y me dormí con las mejillas húmedas. Duele.

2/7/09

Amanezco


Hoy es un día triste. Se han juntado muchas cosas que no tenían porque ocurrir, pero así son las cosas. Aún hoy asocio mi tristeza a la de aquel día. Dentro de dos meses hará un año que mi padre ya no está conmigo.
La enfermedad se presentaba caprichosa y a pesar de la resistencia, eso era lo que debía suceder.
Aún no comprendo cómo mi mente pudo asumir que aquello iba a ocurrir tarde o temprano. Fue un año muy largo y aún me corroe la culpa porque cuando recibí la noticia, a pesar del dolor, pensé que aquello era lo mejor y lo más justo para todos.
Aún cierro los ojos y puedo recordar como si hubiera sido ayer la imagen de ese cuerpo inerte. Aquel no eras tú y aunque trato de olvidarlo, aún recuerdo el dolor en mi pecho y el llanto desconsolado.
Hoy he despertado igual. Me pregunto cómo se sobrelleva un día como este. Duele sentirse vacía. Duele levantarse sabiendo que no puedo verte.

28/6/09

Las cosas pequeñas


¿Qué pienso de ti? Difícil pregunta. Fácil decir qué pensaba. Lo complicado viene ahora cuando siento que me nublas los sentidos, que dominas mi razón.
Si tuviera que describirme seguramente diría que soy una enamorada de las cosas pequeñas, de los detalles en los que nadie se fija. Tú estás hecho de pequeños detalles.
A veces siento que nací en el momento y en el lugar equivocado. Cuando hablo siento que debo dar explicaciones de todo lo que digo porque a los ojos del resto no hablamos en el mismo idioma. Contigo todo fluye. No hace falta forzar nada porque tengo la seguridad de que todo llegará. Contigo siento que estoy llena a la vez que vacía. Llena porque me hace feliz el simple hecho de verte, de sentirte cerca; de sentirme estúpida al verme por un segundo reflejada tratando de registrar tu olor en lo más profundo de mi ser para no extrañarte tanto cuando no estás. Feliz porque me haces sentir y tenía miedo de haber olvidado cómo se hacía. Porque descubro que no soy tan fría, tan despegada como me hicieron creer que era.
A la vez me siento vacía, no temas. Quizás no sea la palabra adecuada pero es que no encuentro otra mejor que defina cómo me siento. Vacía porque contigo siento que puedo ser yo, que no tengo motivos para ocultar nada, para omitir, que no necesito dejar en reserva una parte de mí por miedo a que no me quieras. Siento que no se trata de aceptarlo, que es algo que sale natural porque tú eres exactamente igual.
Me das la seguridad que tanto necesito. La seguridad de que no volveré a "andar coja", con la convicción de que falta algo porque ahora tengo lo que me faltaba. Me faltabas tú. Porque no tengo miedo de mostrarme frágil. Porque sé que no tratarás de romperme y si otros lo hacen sé que estarás ahí para ayudarme a armar el puzzle del que estoy hecha.
Siento que el tiempo ya no camina, ahora vuela. Tengo tanto que contarte que se me enreda la lengua tratando de batir mi record de palabras por minuto. Debo agradecerte algo y es que contigo mi dicción mejora a pasos agigantados.
Olvidaba lo lindo que es despertarse sabiendo que hay alguien que está ahí para ti. Porque es lindo entregarse sin miedo a lo que vaya a ocurrir luego.
Porque hay cosas que me encantan y me asustan a la par. Porque tengo miedo de que compartir gustos y aficiones, un sentido del humor un tanto extraño, una sensibilidad que no se ve, pero que cuando asoma se hace notar y mucho, y en definitiva miedo de parecernos tanto. Sin embargo, que bien sienta no tener que hacer algo que no apetece por complacer al otro; el pensar lo mismo al mismo tiempo; el volverse parcos en palabras porque sobran.
Igual que sobra decir que, a pesar de ser partidaria del movimiento hippie, el 27 es un día de puta madre.

21/6/09

Luz cegadora


¿Qué ocurre? Algo se remueve dentro de mi, ¿siento?, ¿deseo? A cada rato me descubro soñando despierta; imaginando lugares, situaciones de película donde el protagonista es quien yo menos esperaba.

No entiendo porque nos empeñamos en creer que somos dueños de nuestra vida, hacedores de nuestro futuro, si al final, por mucho que hagamos, el destino nos tiene unas cartas definidas de antemano. Soy dueña de un futuro incierto.

Si hace relativamente poco tiempo hubiera visto mi vida, mi día a día, mi hoy, hubiese reído a carcajadas. Esto es lo menos que esperaba.

Tal y como alguien me dijo una vez "no se busca, viene sólo". Yo tampoco te buscaba.

Ahora cambio el cartel que colgaba de mi puerta. Ya no pone "Cerrado", ahora se lee "Pasa sin llamar".

16/6/09

Muñeca Rota


Ha pasado el tiempo. Poco a poco mi gran obstáculo ha ido desapareciendo. Ya no me duelen tus palabras, ya no me duelen tus silencios. Tus reproches y tus mentiras ya no tienen el mismo efecto. Ahora ya no puedes controlarme.
Comienzo a recordar aquello que me hacía feliz. Aún me cuesta distinguir lo que me gusta de lo que te agrada a ti.
En mis planes aún visito lugares comunes. Nuestras amistades siguen siendo las mismas y aunque todo sigue recordándome a ti, tu recuerdo ya no me hace daño.
Las cosas han cambiado y por primera vez en mucho tiempo creo que tengo las cartas a mi favor. Ya no me siento culpable de no quererte. Ya me cansé de ser una maniquí diseñada para ser presentada a amigos y familiares. Te quedaste sin marioneta, sin muñeca rota.
Llevo tiempo rompiendo los nudos que ataban mis alas.
Me cansé de ser una mariposa enjaulada.

13/2/09

Y yo sé...


Te conozco demasiado bien. No necesito verte ni escucharte para saber que hay algo que te revuelve el alma.
Intento descifrar en tus palabras qué deseas decir sin saber cómo...
Déjame conocerte esta noche un poco más. Déjame descubrir cuánto me necesitas.
En mi cabeza da vueltas un mismo interrogante una y otra vez: ¿por qué?, ¿por qué no me dejas ver qué hay dentro?, ¿por qué existe una barrera tan absurda entre tú y yo? ¿Por qué das un paso al frente si luego has de retroceder? ¿Por qué me castigas de este modo? Déjame verte...
Déjame ver qué es lo que te frena; lo que te impide ser tú de nuevo. Si necesitas ayuda yo estaré ahí para auxiliarte.

23/1/09

Oscuridad


Y por un momento pensé que todo había pasado. Mis mejillas se tornaron del rosa habitual, mi cuerpo recobró toda la energía que llevaba días desechando por donde quiera que fuese.
Creí que podíamos retomar aquello que parecía pausado y ahora entiendo que de tu parte estaba muerto.
Ví una luz donde sólo había oscuridad. No había nada, pero yo lo vi todo. No esperaba nada, pero sin saberlo lo esperaba todo.
Contigo no existen límites. No puedo limitarme; no puedo amarte menos, no puedo adorarte menos, no puedo desearte menos, no puedo extrañarte menos, no puedo...
No espero disculpas ni lamentaciones. No quiero perdonarte y tampoco quiero que tú me perdones. Lo que deseo es volver a despertar cada día sabiendo que de algún modo yo soy tan tuya como tú mío.
Sin ti no puedo, no quiero. No sé como ser yo sin ti. Me haces falta...

22/1/09

Notas del alma


Y mis manos volvieron a acariciar aquello que se mantenía oculto. Sentí las cuerdas y mi cuerpo reaccionó a la melodía.
Rocé un arco que dibujaba notas al vacío.
Mis piernas se volvieron madera, mi cuerpo piedra, mis brazos pluma y mi alma se volvió música.
Hice del vacío de la noche una amarga sinfonía. Cada nota era una lágrima, cada vibración era un sollozo, la canción era un llanto.
La espalda erguida, los brazos firmes y relajados a la par, la vista al horizonte y mi "yo" dentro de un violín. Recordé al fin las lecciones de un viejo sabio, "La música eleva el espíritu y aún con los pies en la tierra puedes viajar hasta donde tú desees ir".
Me quité los zapatos y salí al jardín. El frío era terrible. Mis pies se movían por un césped sereno. La humedad quebró mi llanto. Me arrodillé y como antaño dejé que la pena volara lejos. Toqué durante horas. Aún se dibujan notas en mi cabeza.
Anoche volé hasta ti. Mi canción eras tú.

Alma rota

Ni en mis peores pesadillas pudo ser peor. Nunca pensé que fuera a pasar lo que ha ocurrido, jamás.
Me siento como si después de pasar años aprendiendo a patinar, levantándome caída tras caída, y viendo cómo cada vez me caía menos hasta el punto de pasar más de dos años sin un solo tropiezo, me hubiera dado el golpe definitivo.
Hoy soy sólo cuerpo, pues mi alma está rota.
De repente veo que esta historia solamente la he vivido yo. Como un narrador que cuenta una historia donde el único personaje, sin saberlo, es él.
¿Qué falló? Entregué hasta lo que no tenía. Aprendí a moderarme, a tolerar lo intolerable; recibí siempre con amor hasta el más mínimo gesto de aprobación. Se agotó todo aquello que podía ofrecer y sin darse apenas cuenta dejó de querer aquello que antes adoraba. No fui yo.
¿Me equivoqué? Durante un tiempo creí haber dado con alguien especial. Alguien que sin saberlo era completamente diferente al resto. La diferencia me volvía loca.
No era así. Sólo a mis ojos lo era. La gente se preguntaba qué era lo que me hacía adicta a él. Yo me limitaba a encogerme de hombros y respondía "Es Él".
Pero, ¿era él? Esa será la pregunta sin respuesta que me perseguirá día tras día ¿hasta cuando? No lo sé.
No tuve tiempo, ni espacio, ni posibilidad de comprobarlo. Sintiéndolo cerca, él seguía estando lejos, muy lejos.
Se acabó. Me pregunto cómo con sólo dos palabras se pueden romper tantos lazos, lazos de amistad, de cariño, de respeto, de confianza, de aprecio, de amor.
Hoy veo un mundo que hace tiempo no conseguía ver. Es demasiado grande para alguien como yo.
¿Qué hacer? Trato de elevarme, de levantar el vuelo, pero hoy no puedo. Mis alas están rotas; mis sueños están rotos; mi alma está rota.

Delirium Tremens - Etapa XV - Final


Etapa XV: ¿Todo lo bueno acaba?

Aún no he muerto para descubrir cómo termina este nivel, pero si he vivido lo suficiente como para saber que el amor es infinito, que nunca acaba.
Entonces, te vuelvo a preguntar ¿por qué se separan las parejas? Y ahora, después de todo, te daré mi humilde opinión que en absoluto tiene porqué ser cierta, simplemente es lo que se cruza por mi mente después de todo. Considero que:
El amor no se acaba. Es posible amar como el primer día hasta el último de ellos. ¿El error? Nos tapamos nuestros ojos demasiado fuerte, y cuando queremos darnos cuenta ya hemos olvidado el motivo por el cual estamos con él/ella y olvidas lo hermosa que es su sonrisa, y lo mucho que expresan sus ojos, lo bien que habla, lo simpático/a que es, el respeto que te tiene... lo olvidas todo.
Porque cuando abrimos los ojos nos damos cuenta de que ya no quedan más escalones, más niveles, y tienes entonces dos opciones.
La primera es dejarte caer, olvidar lo que pasó y dejar que la otra persona encuentre otra escalera.
La segunda opción, poco frecuente en seres tontos, cobardes y egoístas como nosotros, es aprender a construir un nuevo escalón detrás de otro, y hacer de la escalera, así como del amor, algo infinito, algo que nunca acaba.




Delirium Tremens - Etapas XI, XII, XIII, XIV

Etapa XI: Declaración de independencia: Libertad, respiremos

De vuelta a la oscuridad. Nos encontramos ante el nivel once.
Somos tan buenas personas, tan generosas, tan amables que consideramos que no estamos hechos para vivir en un mundo tan cruel, tan oscuro, y tan superficial como éste.
No encuentras una sola razón con la que explicar porqué el mundo te trata tan mal. Así, entiendes que no puedes dominar el mundo, pero si tu vida y cargados de ideales que sacamos de los recuerdos de declaraciones de independencia, de libertad, igualdad y fraternidad que rondan desde hace mucho por nuestras mentes, declaramos que solamente nosotros gobernamos en nuestra vida y decidimos que nadie, absolutamente nadie, va a dirigir nuestro camino.
En este contexto, tu pareja se convierte en tu mayor enemigo. Nadie va a privarte de tu libertad y él/ella se empeña en conducir tu vida; se enfada si no haces caso, si rompes planes hechos con él/ella previamente sólo porque ahora tienes un plan mejor o simplemente porque en este preciso instante no te da la gana de hacerlo.
Hablando de historia, de dichos y refranes, en esos momentos podríamos recordar aquella frase tan usada que dice algo así como:"No hagas a los demás aquello que no deseas que te hagan a ti".
Pero, ¿sabes qué? No pensamos en eso, y ¿sabes por qué? Porque el ser humano, además de tonto y cobarde, también es egoísta y egocéntrico por naturaleza.

Etapa XII: Compartir nuestra amargura

Estoy segura de que a todos nos han dicho alguna vez la famosa y maldita frase: Tenemos que hablar...y/o sus derivadas. Mal presagio: sufrimiento, abandono y desesperación.
Hasta ese preciso momento no somos conscientes de la gravedad del asunto y llega el nivel doce: el arrepentimiento.
Nos damos cuenta entonces de la cantidad de veces que le hemos fallado, de las cosas que podríamos haber hecho mejor, de los malos momentos que podríamos haber evitado. En ese instante te das cuenta de lo importante que es ese otro ser para ti. Aún le amamos.


Etapa XIII: Volviendo al amor.


De repente te das cuenta de que no estabas en un cuarto a oscuras, sino que tu mismo/a te estabas tapando los ojos con el desánimo y la desgana. De repente ves a tu pareja y él/ella sigue brillando como el primer día.
Ha madurado y yo también lo he hecho, pero la esencia sigue siendo la misma.
Es la hora de empezar de cero, de dejar los reproches a un lado, al igual que esa especie de odio que te lleva a considerar en algunos momentos tu relación como un campo de batalla.
Qué bien hace al ser humano la expresión: Haz el amor y no la guerra.

Etapa XIV: Círculo vicioso.

Quieres volver a pasear una y otra vez por los mismos lugares que tanto conoces, ir de nuevo al cine hasta agotar la cartelera, comer en tantos restaurantes que terminemos aprendiendo el menú como antes, quieres que tus conversaciones se tornen repetitivas de tanto hablar, reír y discutir con él/ella, quieres que tus fotos vuelvan a reflejar los paisajes; y sobre todo, lo más importante, quieres que tus fotos vuelvan a reflejar la misma felicidad que reflejaban entonces.
Nivel catorce: El hombre sí tropieza dos veces con la misma piedra.

Delirium Tremens - Etapas VIII, IX y X


Etapa VIII: Mea Culpa

Le has dado tantas vueltas al hecho de dejar a tu pareja, de pensar en otros, de confiar en un futuro mejor que has comenzado a dejar de lado a tu pareja. Pasas de estar siete días a la semana a cinco, luego cuatro y finalmente, con suerte, le verás los fines de semana. No obstante, no te culpas por ello; crees que necesitamos más espacio y más tiempo para nosotros mismos, pero en el fondo sabemos, en nuestro inconsciente quizá, que es culpa nuestra; que no queremos prestarles más atención, que somos nosotros quienes no queremos pasar más tiempo juntos.
Cuando asumas que tú también tienes parte de culpa en el deterioro de la relación habrás superado el nivel ocho.

Etapa IX: Nacemos, crecemos, nos reproducimos y discutimos

Empezamos a discutir por tonterías. Cosas absurdas como, por ejemplo: decidir a dónde ir, dónde dormiremos hoy, por cómo hablamos del otro con nuestros amigos, porque creemos que ahora mira a otros/as con deseo, porque ahora le sientes frío/a y distante, porque ya no te besa, ni te abraza, ni te mira, ni te trata con el mismo amor que antes; porque ahora el resto si es necesario y sientes que tu pareja no se interesa por tu familia, por tus amigos, por tus estudios, por tu trabajo, por tus intereses y en general por tu felicidad.
¡Oh! Que desgraciados somos. Nuestra pareja ya no nos ama como antes. No se sacrifica por nosotros. STOP: el victimismo es para débiles. Piénsalo: puede que la razón por la que la relación se esté enfriando sea que tu pareja se sienta igual que tú. Puede que él/ella también considere que tú tampoco le besas, le abrazas, le miras ni le tratas con el amor de antaño. Puede que tú tampoco te estés sacrificando lo suficiente por la relación.
¿Estás de acuerdo con lo que he escrito? Pues plantéate porque hablamos de sacrificio, una palabra tan fea y forzada, cuando estamos hablando de un acto tan bondadoso como lo es el amor.

Etapa X: Remordimientos

Entre lo oscuro de esta situación hay momentos en los que aparece una luz que nos ciega, que nos da de lleno en la consciencia. Hablo de esos momentos en los que nuestra pareja, clara muestra de su comprensión y de cariño-amor por nosotros, se muestra, a pesar de todo, tal y como es, como cuando le conocimos. Esos momentos revuelven nuestra consciencia.
Nos duele ser tan crueles a veces, tan malos a ratos y tan egoístas siempre.
Si el ser humano gozara de unas cuantas neuronas más podría aprovechar esos momentos de claridad para entender que su pareja sigue siendo la misma persona, que nada ha cambiado, que, como se suele decir, donde hubo siempre queda, en mayor o menor medida, pero queda.
Si fuéramos capaces de ver esto no nos sentiríamos tan desdichados al ver la indiferencia con la que nos golpea a veces nuestra pareja. Y como conclusión podríamos decir que si viviésemos menos momentos de desdicha, ese rayo de luz entre la oscuridad se abriría cada vez más y nos permitiría ver que, en realidad, ese cuarto oscuro en el que tan solos nos sentimos se encuentra, por el contrario, amueblado con respeto, cariño y amor.

19/1/09

Delirium Tremens. Etapas IV, V, VI y VII


Etapa IV: ¿Repetimos? ¿Qué hacer ahora?

Aparece ante nosotros el cuarto nivel. Nos queremos, nos gusta estar juntos, nos gusta hablar, nos gusta su compañía, pero...¿Qué hacemos ahora? Ya hemos paseado por todos los sitios que conocemos, hemos ido una y otra vez al cine hasta agotar las películas que hay en cartelera; hemos desayunado, almorzado y cenado en mil y un restaurantes hasta aprendernos de memoria el menú; hemos ido a la playa y a la montaña, a la ciudad y al campo; hemos hablado, reído y discutido hasta la saciedad; nuestras conversaciones se tornan repetitivas; nuestras fotos comienzan a reflejar los mismos paisajes... ¿qué hacer ahora?¿será que no somos tan maravillosos como en un principio creímos ser y hemos pasado todo este tiempo engañándonos?¿será que ya no nos amamos como antes?¿qué hacer?

Etapa V: El ser humano es tonto por naturaleza.

!Obvio que le sigues amando! ¿Por qué sino te harías esas preguntas tan absurdas? Acabas de ascender al quinto nivel. Al igual que antes le dabas paso al amor, ahora debes dar paso a a rutina y a la vida en pareja.
Las cosas han de cambiar. Deben cambiar nos guste o no, pero el ser humano, que es tonto por naturaleza, siempre asume que los cambios son a peor y, como ya sabemos, aunque cueste asumirlo, siempre terminamos creyendo aquello que deseamos creer.

Etapa VI: ¿Lo predecible es bueno o malo?

El sexto escalón. Con el tiempo empiezas a conocer sus puntos débiles, sus manías y llegas incluso a predecir lo que va a pensar, decir o hacer en incontables ocasiones. Cuando estás en plena relación esto será para el ser humano una muestra de que algo va mal: lo predecible lleva al aburrimiento diremos.
No somos capaces de meditar este asunto desde un punto de vista más imparcial y pensar, por ejemplo, que esto es una muestra de que comenzamos a conocer a nuestra pareja y el conocimiento da lugar a la confianza y la confianza es la base de cualquier relación personal.
No somos capaces de pensar en algo positivo cuando el temor a que algo se rompa o se haga común en nuestras vidas se presenta ante nosotros.
El ser humano además de tonto es cobarde por naturaleza.
La cobardía como cualidad innata en el hombre - sería un título de novela interesante, creo yo -.

Etapa VII: Dudando, dudando...

Bienvenidos al séptimo nivel. Momento delicado para las relaciones amorosas.
Empieza a rondar por tu mente la idea de romper con tu pareja. Quizá estemos mejor separados. Quizá esté mejor con otra persona. Crees que serás capaz de encontrar a otro/a que te haga sentir aquello que sentías cuando empezó la relación con tu pareja.
Te corroe la culpa por pensar en otros/as cuando aún estás comprometido con alguien, pero igual sigues creyendo que con otra persona las conversaciones serán más interesantes, que el sexo también será mejor, que reirás más con otro/a que con tu actual pareja y un largo etcétera de supuestos que nos hacen olvidar el porqué estamos con nuestra pareja y no con otro/a.

18/1/09

Delirium Tremens - Etapas I, II y III

Etapa I: Hasta que la muerte nos separe.

Los primeros días, las primeras semanas, los primeros meses, el primer año. Esta etapa se corresponde con el momento en el que esos dos individuos deciden dar un paso más allá. Desean pasar de esa sensación de felicidad-angustia que provoca querer a alguien y no tenerlo.
Una vez superado el primer obstáculo: saber que la física, la química y el romanticismo (vamos a llamarlo FQR) están presentes y de nuestro lado, aparece ante nosotros el primer nivel: las confesiones y declaraciones de amor.
Bajo mi punto de vista, este es el único momento en el que el ser humano es totalmente libre y sincero. Abrimos las compuertas del corazón para que esa otra persona descubra lo que hay dentro, lo bueno y lo malo.
Sin embargo, fruto del laborioso trabajo del FQR, la otra persona decide explorar qué hay detrás de cada compuerta descubre, impresionada, que se encuentra ante un ser maravilloso y comienza a cuestionar cómo es posible que haya pasado tanto tiempo ante un ser tan perfecto sin darse cuenta antes.
Abre tus compuertas porque en ese preciso instante estás dándole la bienvenida al amor.

Etapa II: Exaltación del amor: subiendo el ego.

Momento feliz, momento peligroso. Como casi todo en esta vida, el amor tiene su lado bueno y su lado malo. Lo bueno: nos hace tan felices... Lo malo: nos hace tan desgraciados...
La felicidad en el amor reside en los pequeños detalles. Eres tan feliz por el simple hecho de conocerle, de hablarle, de verle. Todo es maravilloso. Te das cuenta de la hermosa sonrisa que tiene, de lo mucho que expresan sus ojos, de lo bien que habla, de lo simpático/a que es, de su sinceridad, del respeto que tiene hacia tu persona... son tantos los detalles buenos que irremediablemente conducen al lado oscuro, a lo peligroso.
Tú, que por alguna inexplicable razón estás leyendo esto, te preguntarás qué tiene de oscuro y peligroso un momento tan feliz como este.
Lo peligroso del amor es la infravaloración de nuestra propia persona. De repente, una vez que has cesado en la exaltación de tus sentimientos, empiezas a cuestionar aspectos que misteriosamente aparecen en tu mente sin razón aparente: ¿por qué un ser tan perfecto, tan maravilloso, tan increíble está con alguien como yo?¿qué habrá visto de bueno en alguien tan mediocre como yo? ERROR. Nunca te preguntes esto. Piensa. Medita.
El amor es siempre correspondido. El resto es obsesión.
Si tuviéramos claro esto, los celos y la desconfianza, así como el afán de posesión sobre esa persona no existirían. Esa otra persona ha elegido libremente abrir, al igual que tú, sus compuertas para que explores en ellas.
Algo bueno has de tener tú también. Acabas de pasar por el segundo nivel.

Etapa III: ¿Gente?¿Sociedad? El resto no existe entre nosotros.

Una vez superado el segundo escalón, queda atrás la desconfianza y comprendes que esa persona quiere estar contigo tanto como tú con él/ella, descubres que no necesitas nada más en este mundo porque con amar es suficiente: ¿Estar con la familia, con los amigos, con los conocidos y futuros por conocer?¿dormir, comer, estudiar, trabajar, respirar? Aspectos banales que pueden esperar a que termines de pensar/estar con tu pareja.
El mundo puede esperar.



Delirium Tremens - Intro

En este día en el que mi mente vaga entre la tristeza, la nostalgia, la impotencia y el desánimo he descubierto algo que para muchos supondrá lo que el título indica: los delirios de una desequilibrada mental. Descubrí, sin embargo, que el amor es infinito, nunca acaba.
No obstante, si así fuera, ¿por qué se separan las parejas?
Érase una vez - comienzo original donde los haya - la historia de dos personas cuyas vidas se unieron debido a los siniestros resultados que provocan la física, la química y el romanticismo en los seres humanos.

- Etapa I: Hasta que la muerte nos separe.
- Etapa II: Exaltación del amor: subiendo el ego.
- Etapa III: ¿Gente?¿Sociedad? El resto no existe entre nosotros.
- Etapa IV: ¿Repetimos?¿Qué hacer ahora?
- Etapa V: El ser humano es tonto por naturaleza.
- Etapa VI: ¿Lo predecible es bueno o malo?
- Etapa VII: Dudando, dudando...
- Etapa VIII: Mea Culpa.
- Etapa IX: Nacemos, crecemos, nos reproducimos y discutimos.
- Etapa X: Remordimientos.
- Etapa XI: Declaración de independencia: Libertad, respiremos.
- Etapa XII: Compartir nuestra amargura.
- Etapa XIII: Volviendo al amor.
- Etapa XIV: Círculo vicioso.
- Etapa XV: ¿Todo lo bueno acaba?

14/1/09

Mariposas enjauladas


Mariposas enjauladas…

Te preguntarás del porqué del título de mi blog, mariposas enjauladas. Yo me pregunto exactamente lo mismo.

En la vida nos pasan cosas buenas y cosas no tan buenas. Sin embargo, todo tiene un punto en común y es que tarde o temprano, tanto lo bueno como lo malo, pasa. Al fin, con dos décadas y poco más a mis espaldas, descubrí que hay algo que siempre queda, que no todo pasa, los sueños.

Desde que tengo uso de razón, he asociado el concepto de sueños e ilusiones a las mariposas. Hoy, mis sueños están enjaulados; quieren volar y no pueden.

Puede que la culpa sea mía. Quizás tenga demasiados. Creo firmemente que el ser humano es inconformista, siempre queremos más. Una vez que se cumple aquello que hemos deseado con tanto afán, desearemos otra cosa con más fuerza aún si cabe.

No obstante, aún hoy me queda un sueño inconcluso. Siempre quise ser escritora. No aspiro a publicar nada; no quiero ser alabada por lo que hago (sobre todo porque no es nada especial lo que escribo. De lo más normalito). Aún así siento que tengo algo que compartir.