10/7/10

Reset



Y al fin ha llegado el momento. Tengo en mis manos las llaves de mi casa por primera vez.
La miro y la vuelvo a mirar y comienzo a asimilar que aquí no hay reglas; que aquí no hay que pedir permiso, ni dar las gracias y/o disculparse. Eso a menos que me sienta agradecida conmigo misma.
Resulta extraño pero no consigo hacerme a la idea de pasar el día a solas. Tengo la agridulce sensación que provoca el eco del vacío de la casa y el empalagoso sabor de la libertad.
Y es que me da miedo que el ruido se vuelva a colar aquí dentro. Tecleo despacio y con un ojo en la puerta esperando, sin sentido, que el tumulto de gente con el que vivía se cuele de nuevo.
Han comenzado las visitas de cortesía. Un familiar tras otro que recupera la línea dicha por el anterior: "No me hago a la idea". Aún así, aún cuando preferiría que no toda la familia se paseara por aquí con la intención de hacerme cambiar de opinión, se agradece el interés.
Y es que ese es el problema de las familias tan, pero que tan numerosas como la mía, y es que más tarde o más temprano terminas sintiéndote siempre como la última mona.
Tengo tres días para hacer de esta casa algo habitable. Lo de dormir en colchoneta está bien. Te devuelve a tus tiempos "hippies" y te hace creer que todo es paz y amor. Sin embargo, mi espalda empieza a dar guerra.
Me siento viva de nuevo. Creo que en mi cabeza se ha instalado la idea de que con este cambio vienen otros detrás. Me apetece terminar las innumerables cosas que he ido dejando a medias por el camino; comenzar aquellas que no me atreví a hacer...
Busco la forma y el momento para resetear mi mente. De algún absurdo modo se ha colado en mi cabeza la idea de que aún estoy a tiempo para ser feliz.