31/10/09

El violeta de mi azotea


Y estaba tumbada con los pies colgando entre los barrotes de la balaustrada de mi azotea, tratando de escapar de entre lo absurdo del día, evadirme de lo vivido y augurando el porvenir, cuando, como en trance, me descubrí descifrando formas en las nubes, tal como hacía veinte años atrás.

Y lo hipnótico de la situación trajo de vuelta recuerdos que hacía mucho no estaban aquí. Y no estoy segura del tiempo que pasé así, pero para cuando quise darme cuenta el cielo estaba teñido de un morado claro en el horizonte que se iba mezclando con el azul habitual hasta convertirse en un cielo ópalo sobre mi cabeza.

Y las nubes dieron paso a las estrellas. Y con ellas llegó el sueño. Mañana será otro día

11/10/09

De vuelta


Y cómo somos. Después de cinco meses sin tener un solo día de descanso, del trabajo a casa y de casa al trabajo, decidí tomarme una semana de descanso creyendo que el estrés estaba ya saliendo por cada poro de mi piel, creyendo un día tras otro que necesitaba parar mi rutina y desaparecer.

Por una vez me hice caso a mi misma y me marché al norte de la isla. Llevo una semana desconectada del mundo al que me he ido acostumbrando. Sin tocar el móvil, sin internet, sin trabajo que hacer, sin tener que atender a nadie y sin tener que poner buena cara a todo.

Y aunque todo pintaba de maravilla, después de cinco días el demonio de la rutina está presente nuevamente. Me descubro esperando a que suene el despertador o pensando en cómo irán las cosas desde que me marché.

Igual me gusta más mi rutina de lo que estoy dispuesta a reconocer.

Fortaleza


Y me encantan esos días en los que aburrida de lo absurdo de mi mundo, me cargo de ideales, de propósitos de esos con los que siempre soñamos aún cuando sabemos que son prácticamente imposibles de llevar a cabo.
Y hoy es uno de esos días en los que creo que todo puede ser diferente para mí si me lo propongo.
Con el tiempo se ha hecho más complicado toparme con uno de estos esperados días. Hago listas interminables de cosas que quiero hacer y de cosas que quiero dejar de hacer y cuando llega el momento del cambio, de empezar a hacer, abro los cajones y me encuentro con mil solicitudes de carreras universitarias diferentes esperando a que me decida, a saber qué quiero ser; otras mil solicitudes de cursos de todo tipo que van desde los idiomas hasta la informática pasando por la administración, sin olvidar la cocina; y mil nóminas que reflejan mil meses perdidos en un trabajo que no me procura más satisfacción que el coleccionar un poco más de dinero a final de mes.
Cierro los cajones asustada por el paso de mil días como este en los que deseé y nunca hice nada. Pienso que esta vez será diferente y para dentro sé que las otras mil también fueron diferentes.
Y aunque supongo que de este día sólo sacaré en claro otros mil folios que reflejan un futuro que no es para mí, no cambio por nada la sensación de satisfacción que provoca saber que aún espero más de mí.