26/11/09

La ninfa


Y estaba dándole vueltas a mi taza de café y absorta entrelazando los dedos en mi pelo cuando retornó alguien especial a mi memoria. El día en el que la conocí estaba exactamente igual: sentada frente al ordenador simulando que trabajaba, y contando los minutos que restaban para huir de allí.
No era mi mejor día, ni mi mejor semana, ni mi mejor mes, ni mucho menos el mejor de mis años. Lo había perdido todo y la muerte de mi padre estaba aún tan reciente que a cada rato el dolor golpeaba en mi mente hasta el punto de no retorno en el que lo único que se puede hacer es esforzarse al máximo por contener el llanto.
Aquella oficina era como un nubarrón negro que amenazaba con descargar sobre mi cabeza hasta que llegó ella. Era como una ninfa, brillante entre tantos males. No la conocía, pero su rostro reflejaba esa sensación que provoca el reencontrarte con alguien a quien quieres y hace tiempo no ves.
Al resto le resultaba graciosa, como un juguete nuevo con el que pasar el rato. A mi, en cambio, me resultaba dulce. Alguien a quien deseaba proteger. Me fascinaba a la vez que me aterraba la rapidez con la que entramos en confianza a pesar de mi estado de ánimo.
Me apena no poder abrirme a ella como quisiera. Demostrarle que hoy es un punto sobre el que apoyarme. Dejarle ver que yo también quiero ser un pilar sobre el que asentar su ser.
Me alegra saber que en algún rinconcito de mi ser sigue existiendo esa persona a la que otros también ven como alguien pasado con quien se quieren reencontrar.
Me hace feliz el simple hecho de haberla conocido. Me hace feliz volver a valorar la amistad de alguien.
Quizá te estaba esperando. Quizá te necesitaba para volver a ser yo.

25/11/09

Bienvenido a casa


El latido acelerado de mi corazón, mi entrecortada respiración, el nudo en la garganta, el picor en los ojos. Todo parece indicar que lloro y ojalá pudiera hacerlo, pero ya no puedo.
Quiero llorar de pena y llorar de felicidad. Tengo motivos para ambas cosas y lágrimas para ninguna.
¿Acaso no soy yo también humana?¿Acaso no hay nada que me revuelva el alma, que me haga estallar? Y como quien lo anda buscando llegó el recuerdo a mi memoria. Me recordé tocando mi olvidado violín de madrugada, agitándome del frío y sin poder detenerme. ¿Por qué no? Movida, quizás por la necesidad de encontrarte, repetí la escena y no ocurrió nada. Seguía estando en el mismo lugar y esa melodía sólo recordaba un mal pasado.
Y llegó tu imagen a mi cabeza. Se cortó mi respiración de la sorpresa al descubrir que esta vez no estaba soñando. Has vuelto.
Buscaba el camino de vuelta a esa pesadilla que me visita cada noche en la que tu imagen ya no es dulce, no es fresca, no es cálida como solía ser. Ahora es fría, es distante, es acusadora y dolorosa. Debía volver como fuera necesario a esa oscuridad porque tu luz me hace daño. Duele ver lo que fue y ya no es.
Pasaban los segundos, los minutos, tal vez las horas y tu imagen perfecta seguía intacta. Comencé a acostumbrarme a tu claridad y tal y como temía me dejé llevar por la fantasía de nuestros recuerdos.
Recordé cuando aún me querías. Recordé cómo me tratabas siempre con cariño; cómo tu voz perfecta sonaba a amor en estado puro. Recordé cuando aún me decías "bebé" y como si de verdad lo fuera recordé como tratabas de protegerme siempre; cómo evitabas que mi impulsividad me trajera males futuros; y cómo ahuyentabas viejos temores. Recordé tus miedos y te recordé, a pesar de todo, a mi lado en mi enfermedad.
Se dibujó en mi cara una sonrisa al recordar cómo nos enfadábamos por tonterías como ganar en algún juego o responder antes o después que el otro. Te recordé fuerte, competitivo. Enumerando tus triunfos frente a mi y escondiendo derrotas que más tarde te echaría yo en cara.
Se difuminó la sonrisa y apareció el dolor al pensar en promesas: "No la he roto. No la he roto", repetí en voz alta.
Solté una carcajada que luego me hizo sentir ridícula al verme allí sola, tirada, loca al recordar cómo me gustaban esos momentos en los que me contabas que tu día había sido horrible por razones que sólo a ti te podrían ocurrir.
Y mientras releía todo lo que alguna vez me escribiste, tratando de recuperarlo del pasado hasta hoy, noté que algo resbalaba por mis mejillas.
Porque prefiero romperme y armarme mil veces a sentir una sola vez más el dolor de tu ausencia. Porque cuando tú te vas, yo me voy contigo.

8/11/09

Latido...latido...latido...


Y tenía una duda que me corroía y es que no entendía porqué no extrañaba a quien debía extrañar aún cuando me forzaba a sentir pena por no sentir nada. Y es que me asustaba ver que en cada recuerdo que podía provocarme esa deseada pena la persona no era quien debía ser, era él, el de siempre.
Y me pregunto ahora si alguna vez he llegado a sentir cualquier tipo de sentimiento, bueno o malo, alegría o pena, sin ser por él.
Y no estoy preparada para enfrentarme a él. Más bien no tenía idea de cómo hacerlo. Y me aterraba la simple idea de hablarle de nuevo, pero el deseo fue más fuerte que mi timidez.
Y cuando creí que se negaría, apareció.

Latido... latido...latido...

Hacía tanto que no sentía esto que duele... Soy capaz de escuchar los latidos de mi corazón... me duele el pecho...me tiembla todo...
¿Para qué avanzar? ¿Por qué dejarlo pasar?
Siento...

Latido...latido...latido...