25/11/09

Bienvenido a casa


El latido acelerado de mi corazón, mi entrecortada respiración, el nudo en la garganta, el picor en los ojos. Todo parece indicar que lloro y ojalá pudiera hacerlo, pero ya no puedo.
Quiero llorar de pena y llorar de felicidad. Tengo motivos para ambas cosas y lágrimas para ninguna.
¿Acaso no soy yo también humana?¿Acaso no hay nada que me revuelva el alma, que me haga estallar? Y como quien lo anda buscando llegó el recuerdo a mi memoria. Me recordé tocando mi olvidado violín de madrugada, agitándome del frío y sin poder detenerme. ¿Por qué no? Movida, quizás por la necesidad de encontrarte, repetí la escena y no ocurrió nada. Seguía estando en el mismo lugar y esa melodía sólo recordaba un mal pasado.
Y llegó tu imagen a mi cabeza. Se cortó mi respiración de la sorpresa al descubrir que esta vez no estaba soñando. Has vuelto.
Buscaba el camino de vuelta a esa pesadilla que me visita cada noche en la que tu imagen ya no es dulce, no es fresca, no es cálida como solía ser. Ahora es fría, es distante, es acusadora y dolorosa. Debía volver como fuera necesario a esa oscuridad porque tu luz me hace daño. Duele ver lo que fue y ya no es.
Pasaban los segundos, los minutos, tal vez las horas y tu imagen perfecta seguía intacta. Comencé a acostumbrarme a tu claridad y tal y como temía me dejé llevar por la fantasía de nuestros recuerdos.
Recordé cuando aún me querías. Recordé cómo me tratabas siempre con cariño; cómo tu voz perfecta sonaba a amor en estado puro. Recordé cuando aún me decías "bebé" y como si de verdad lo fuera recordé como tratabas de protegerme siempre; cómo evitabas que mi impulsividad me trajera males futuros; y cómo ahuyentabas viejos temores. Recordé tus miedos y te recordé, a pesar de todo, a mi lado en mi enfermedad.
Se dibujó en mi cara una sonrisa al recordar cómo nos enfadábamos por tonterías como ganar en algún juego o responder antes o después que el otro. Te recordé fuerte, competitivo. Enumerando tus triunfos frente a mi y escondiendo derrotas que más tarde te echaría yo en cara.
Se difuminó la sonrisa y apareció el dolor al pensar en promesas: "No la he roto. No la he roto", repetí en voz alta.
Solté una carcajada que luego me hizo sentir ridícula al verme allí sola, tirada, loca al recordar cómo me gustaban esos momentos en los que me contabas que tu día había sido horrible por razones que sólo a ti te podrían ocurrir.
Y mientras releía todo lo que alguna vez me escribiste, tratando de recuperarlo del pasado hasta hoy, noté que algo resbalaba por mis mejillas.
Porque prefiero romperme y armarme mil veces a sentir una sola vez más el dolor de tu ausencia. Porque cuando tú te vas, yo me voy contigo.

2 comentarios:

  1. Gracias, la bienvenida nunca fue mas emocionante como lo es en estos momentos. Mi casa, mi sitio, nuestro lugar. Me siento a gusto, me siento en casa.

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  2. Thayra:

    Gracias por pasar por mi blog... me ha gustado mucho lo que has escrito... entiendo el dolor, la ausencia, la añoranza... la espera...

    A veces uno encuentra sin buscar... alguien que con sus palabras expresa lo que tu sientes a la perfección... sucede... me encanta que te guste mi blog :)

    Seguiré leyéndote...

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