23/6/11

En movimiento


Y es que me parece increible la capacidad que tenemos para pasar de un estado de ánimo a otro totalmente opuesto en apenas nada de tiempo.
Miro atrás y veo un espacio lento y oscuro; un tiempo en el que todo daba igual, incluso el hecho de estar o no estar.
Ahora, meses más tarde, miro a mi alrededor y veo como avanza el mundo; ese motor que no para; el tren que no quiero perder esta vez, el tren de mi cordura, las riendas de mi vida.
Me siento en paz conmigo misma. Nada ha cambiado, sólo yo, y ha sido suficiente. Bastaba con dejar de pensar que algo es imposible. Quizá sea difícil, pero no imposible y así es.
Miro atrás y veo que soy yo misma la que se pone barreras; la que no se considera lo suficientemente buena o la que cree no merecerlo.
Ahora soy yo la que busca el lado positivo. La que trata de sacar provecho de todo, aún cuando de primeras parezca no tenerlo.
Me siento independiente porque ahora mismo vivo por y para mí. Si estás aquí bien, pero si no estás no pasará nada. No necesito de nadie para ser feliz.
Ahora, con el tiempo, empiezo a sentirme bien con mi cuerpo, sin complejo alguno y con mi personalidad, mostrándome al cien por cien como soy sin importarme lo más mínimo lo que piense el resto.
Me siento positiva. Con ganas de vivirlo todo y de vivirlo con la intensidad necesaria como para dar el salto de anécdota a hazaña.
Igual de prudente, de meticulosa, de responsable, de loca, y aún con ese debate sin fin que no pierde cobertura en mi cabeza, lo cierto es que me hoy siento bien.