4/2/11

Videoclips y rompecabezas

Lo reconozco: soy una tía rara, de lo más extraña.
Siempre me ocurre lo mismo. Cuando conozco a alguien me corroe la envidia sólo de pensar que esa persona vive más cosas y cosas mejores que las que me pasan a mí. Para mí todos/as son simpatiquísimos y viven la vida a tope para tener anécdotas de todo tipo que contar luego. Yo me abro muy rápido a la gente y suelo convertirme con facilidad en la confesora de todos ellos.Todos dicen que soy buena oyente y aunque sé que lo dicen como halago, he descubierto en ello mi mayor defecto social.
Cuanto más les observo, cuanto más les escucho hablar, más pienso que son unos desdichados que van caminando por la vida de puntillas; sin hacer mucho ruido para no molestar. Igual eso es lo que debería hacer yo. Dedicarme a pasar los días como mejor se pueda, sorteando problemas y comiéndome los marrones de los que no me pueda escapar. Visto así igual la desdichada soy yo. Qué ironía...
Sin embargo, yo soy de esas personas que se castigan por perder el tiempo. Me levanto pensando en lo que tengo que hacer ahora, lo que podría hacer luego y en las posibilidades que existen para mañana.
Desde siempre he sido así. Quiero hacerlo todo y quiero hacerlo ya.
Lo que me ha llevado a sentarme a escribir todo esto es el miedo, el terror, que he sentido al darme cuenta de que necesito de otras personas para hacer cualquier cosa.
Todo empezó hace un mes más o menos. Me llegó la factura del alquiler y hablando con mi madre me dijo que tenía que hacer unos recados en el centro así que le pedí que fuera al banco e hiciera el ingreso por mí. Me sorprendió su respuesta tan seca: "No. Ve tú." y de primeras sentí vergüenza por ser tan cómoda, pero lo malo vino después cuando me ví marcando el teléfono de una amiga para que me acompañara. Antes del segundo tono de llamada colgué.
Resumiendo (y para mi eso de simplificar siempre ha sido complicado) me pasé la siguiente hora discutiendo con mis otras "yo"; peleándonos por decidir el motivo de mi castigo: ¿Será por vaga?¿por cómoda?¿por depender del resto?¿o por todo a la vez?
Cogí el recibo y salí disparada rumbo al banco con intención de comerme el mundo esa misma mañana.
Entre saludo y saludo con mis vecinos me iba regañando: "Lo ves. No pasa nada por ir sola ¡Idiota!"
Estaba ya a medio camino cuando aminoré el paso. La euforia de haber vencido media hora antes a la soledad desapareció y noté el cansancio de haber hecho varios kilómetros poco menos que al trote.
Fue entonces cuando empecé con la idea que suele perseguirme en mis días más locos; eso de que todos me miran y el rompecabezas que viene luego de pensar ¿cómo sé que me miran?¿yo los miro antes o son ellos?¡ja! y para terminar de rizar el rizo me acuerdo de esa gente que cuando sale a la calle se vuelve impersonal y camina mirando al infinito sin ver nada.
Llegué al banco perdida entre mis paranoias; pagué la factura y de vuelta a casa. Esta vez con los cascos puestos y con la música en el Ipod a todo volumen, creyendo que estaba en un videoclip y que si la gente me miraba era porque estaban viendo a Lady Gaga. Lo más triste de mis payasadas es que me hacen gracia a mi misma.
Llegué a casa. Me quité los zapatos, me tiré en el sofá y respiré hondo.
¿Qué me está pasando? Ya les contare.