
El reloj marcaba las cuatro de la mañana. Aún quedaban otras cuatro para marcharme. Los segundos eran minutos y los minutos eran horas. En lo único en lo que pienso ahora es en que mi reloj marque las siete de la tarde...te extraño.
Ahora vivo en un espacio de confusión. El saber que no debo ceder; el saber que va a ocurrir y que luego será peor o el dejarme llevar por el deseo de estar contigo.
Extraño verte, sentirte; extraño la sensación de saber que puedo llamarte a cualquier hora porque tú siempre estás ahí para mi; extraño mis caprichosas madrugadas; extraño amanecer contigo tirada en la calle; extraño pasar frío y aguantar una insensata Laguna que poco o nada le importa el continuo chasquido de mis dientes.